domingo, 24 de marzo de 2013

Naufragio.

¿Dónde estás? Ya no sé si me miras. Eres como el mar, sí amor mio, como el mar al que tanto amas.
Te saluda el capitán de la embarcación a sabiendas del naufragio que se aproxima.
No sé cuando me volví capitán, lo cual es curioso al ser una nave vacía.

Me gustaría que me miraras con los mismos ojos que alguna vez lo hiciste.
Me siento asfixiada, atrapada a veces. Quiero irme ya, lejos.
Lejos, muy lejos.
Donde no vea tus ojos tristes al cerrar los míos. Me contagias la tristeza, tal cual una enfermedad, así.

Pero no puedo dejar de mirarte. No puedo, ni quiero. Me tienes como deslumbrada.
Embebida en tus ojos, es la única luz que la que me place sumergirme sin más.

Y me da miedo, mucho miedo. Miedo de no saber qué hacer para ayudarte, miedo de que no sientas lo mismo que yo. Por que, oh si, puedo asegurar que a pesar de los malos ratos eres la persona que me ha hecho feliz como ninguna.

No soy el héroe de esta historia. Ni lo seré probablemente.
Pero eso no significa que no fuese valiente.
Que a pesar de todo, voy a seguir al frente del navío hasta que ocurra el siniestro. Y tal vez, nos veamos en la línea final.

El cielo, que alguna vez te escribí, ya se nos llenó de besos al parecer.
Ahora ya no sé dónde poner los que tenía reservados para cuando volvieras a casa.